
El gol agónico de Franco Nicola, en la última jugada del partido frente a Lanús, fue un respiro para Atlético. Un alivio emocional, un festejo efímero que deberá alcanzar para sobrellevar las semanas que vienen sin competencia oficial. Porque tras ese 1-0 trabajado y sufrido, el “Decano” quedó eliminado del torneo Apertura en la primera fase, sumando un nuevo capítulo a un formato de torneo que históricamente le ha sido esquivo. Esta vez, quedó apenas a dos puntos de clasificar: Instituto, con 18 unidades, logró el último pasaje a los cuartos de final, mientras que Atlético cerró su campaña con 16 puntos, producto de cinco triunfos, un empate y 10 derrotas.
El semestre de Atlético fue malo desde lo estadístico, no hay dudas, turbulento desde lo futbolístico y con altibajos generales que provocaron preocupación. Comenzó con Facundo Sava en el banco, terminó con Lucas Pusineri. En el medio, una racha de cinco derrotas consecutivas, pocas alegrías en el Monumental y una estadística que por momentos encendió todas las alarmas: hasta hace dos fechas, el equipo estaba en zona de descenso directo en la tabla anual. El triunfo ante Lanús permitió terminar con una sonrisa, también ayudó a despegar del fondo y recuperar algo de oxígeno.
En las tribunas, la euforia por el gol de Nicola se mezcló con la bronca acumulada. Los hinchas alentaron durante los 90 minutos y empujaron cuando el equipo parecía no responder, pero también hubo reclamos. Algunos pidieron la salida de dirigentes, hubo silbidos para ciertos jugadores y un mensaje claro: algo tiene que cambiar de cara al próximo semestre.
Lo cierto es que el semestre de Atlético dejará pocos recuerdos felices. Fue un equipo sin identidad, que perdió más del doble de lo que ganó, y que fue despedido entre aplausos y reproches. Quedó eliminado junto a otros 13 equipos en la fase inicial, aunque a diferencia de muchos, tuvo la clasificación al alcance de la mano hasta hace tres fechas. Eso, para algunos, agrava el panorama: estuvo cerca con un rendimiento flojo, lo que invita a pensar en lo que podría haber sido con un poco más de coherencia y planificación.
Ahora, el club ingresará en una etapa de pausa competitiva. No hay fechas definidas para el partido ante Boca por Copa Argentina, y el inicio del segundo torneo del año será recién a fines de julio. Esas semanas deberán servir para repensar el proyecto, definir bajas y altas, y sobre todo acertar en el mercado. Porque el equipo no debería volver a arrancar con la calculadora en la mano y la mirada puesta en la tabla del descenso. Eso termina por condicionar el rendimiento de los jugadores.
Está claro que el partido no fue el más vistoso, Lanús -con la clasificación en el bolsillo- fue un equipo muy timorato, recién con los ingresos de Marcelino Moreno, Walter Bou y Eduardo Salvio se adelantó en el campo de juego y amenazó, pero no generó peligro en el arco de Juan González. El “Decano”, por su parte, tuvo un penal a favor que Leandro Díaz pateó muy mal y quedó en las manos de Nahuel Losada.
Pusineri y su cuerpo técnico fueron los primeros en gritar el gol -que había sido anulado por supuesto offside- mientras el VAR todavía analizaba la jugada; de esa manera dieron rienda suelta al desahogo contenido durante más de 90 minutos. No hubo algo tangible en juego anoche, al menos en el corto plazo, pero del empate al triunfo hubo mucho más de dos puntos. La victoria trajo alivio para un cierre del torneo que pintaba para ser de terror, pero dejó al “Decano” en el puesto 22 de la tabla de los promedios y la tabla general. Alivio, la palabra que describe el resultado de anoche.
Fuente: LA GACETA