jueves, julio 31Tucumán AR

Listos los cuartos

El cordón rojo (y blanco) de la confianza que se empezó a hilar en River en el triunfo superclásico no solo no se corta, sino que se sigue estirando sin debilitarse. Era, precisamente, lo que necesitaba este equipo, que ya es otro equipo comparado al de los primeros tres meses y pico del año. Porque cree en su juego y en sus talentos de élite para el fútbol sudamericano. Y por eso convierte en su primer remate. Por eso le fluye totalmente el circuito creativo. Por eso gana, gusta, golea, tiene un pie en octavos de la Libertadores y está en los cuartos del Apertura.

Y todo eso, con méritos: River juega bien y tiene el sello de Marcelo Gallardo en prácticamente todas sus facetas. Contra Barracas Central, el fútbol fue total, vistoso, llamativo, de asociaciones a un toque, de búsqueda constante del espacio, ese que obliga al hincha a aplaudir. Si el mano a mano no terminó con cuatro o cinco goles de diferencia fue porque el arquero Ledesma tuvo intervenciones clave (una, a Colidio, tras un jugadón que era para cerrar el estadio) y porque el VAR llamó correctamente a Zunino para anular un tanto de Bustos por un previo empujón light de Castaño.

Así como en algunos partidos anteriores el tridente ofensivo había sido determinante para marcar la diferencia, esta vez la clave pasó por la sala de máquinas que el Muñeco parece haber encontrado: Enzo Pérez fue amo y señor para distribuir, hacerse eje en el medio y liderar una presión que asfixió a Barracas y le rompió cualquier plan de ataque al Gallego Insua (los tres puntas fueron con los tres centrales y el Guapo no pudo lanzar para sus laterales y delanteros y menos intentar jugar con los volantes), mientras que Castaño demostró que vale cada dólar invertido con su exquisita precisión, clave para romper un bloque defensivo bajo.

Para hacer mayoría y poder construir para encarar constantemente de frente a la línea de cinco rival, además de la presencia de un desequilibrante Mastantuono partiendo desde la derecha, fue más que importante quien es uno de los grandes ganadores de los últimos tres partidos: Nacho Fernández. El Eternacho. El que está absolutamente rejuvenecido a sus 35 años. El que se mostró muy activo para asociarse y buscar constantemente el área.

Este último detalle, de hecho, es una de las grandes mejoras de River: como llegar es mejor que estar, Nacho y el puntero opuesto al que viene el ataque casi siempre aparecen de sorpresa para desconcertar a la defensa y tener más chances de convertir. Así fue como le hizo mucho daño a Barracas al empardar la cantidad de ofensivos con la de centrales sin darles referencias, además de ser la génesis del segundo gol: desborde top de Mastantuono (lo intentaron parar entre tres y no pudieron) y centro atrás para el ex Gimnasia. De nuevo, el Cerebro.

Con el creciente rendimiento del Huevo Acuña y un Bustos que se hizo cargo correctamente de la banda derecha en lugar de Montiel (lesionado en el posterior derecho, la única preocupación de River en estos octavos de final) otro punto clave de River fue la movilidad que tuvo en sus tres delanteros para no jugar pegados a la última línea del Guapo y no ser un blanco fácil. Driussi esta vez no convirtió, pero sus pivoteos son un arma que envidiaría cualquier otro club del continente. Ese famoso desorden organizado tan característico que Gallardo implementó en sus equipos más recordados y que intenta que se vea ahora.

Y se ve, Muñeco. Con un dominio a gusto y acelerando cuando cuando quiso. Con un equipo que juega como tal. Con una confianza extrema para trasladar al resultado las grandes diferencias de plantel que existían, las mayores de esta fase, algo que no siempre suele ser sencillo. Con el poder del gol que hasta hace no tanto era un dolor de cabeza, incluso de pelota parada ante un Barracas Central que hace un culto de eso: River pasó de convertir apenas 15 veces en sus primeros 17 partidos a meter 17 en los seis siguientes

Enzo, Nacho, las vibras de los grandes momentos del River MG modelo 2014 ó 2019… Evidentemente, lo viejo funciona. Y esto no es ciencia ficción como El Eternauta. Acá no hay nieve que no permita mostrarse. En el Monumental, en vez de una batalla contra bichos raros, hay juego, asociaciones, goles y ovaciones al por mayor. Y sueños grandes

Fuente: OLÉ

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