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San Martín: el trueno presagió la tormenta

Hay descuidos que cuestan derrotas. No por nada los grandes científicos insisten en que nada debe quedar librado al azar. Nadie quiere sorprenderse con una reacción química fuera de los planes. Pero San Martín, otra vez, cayó en el vicio del descuido y perdió 1-0 frente a San Miguel. Una derrota que deja un sabor amargo, como una fórmula que no termina de cuajar. Y, sobre todo, expone la ambivalencia del “Santo”: así como hace patriadas, como ocurrió frente a Quilmes, pierde puntos de manera ingenua, como frente al “Trueno” verde.

Más preocupante aún es que todavía no muestra la solidez necesaria cuando se define el curso del experimento: no sabe en qué momento debe mezclar los elementos para no provocar un estallido. Como consecuencia, todo el esfuerzo de la investigación se evapora en un ensayo fallido.

No es que Ariel Martos haya improvisado ni alterado el esquema. Obligado, el “científico” -que no usa bata blanca, sino un buzo rojo- hizo dos cambios: Nahuel Cainelli ingresó como lateral derecho (por la suspensión de Federico Murillo) y Mateo Pérez como zaguero central (por la lesión de Juan Orellana). Nada extraño ni fuera de lo esperable para los aficionados del conjunto de La Ciudadela.

La fórmula ofensiva fue la misma que frente al “Cervecero”: Juan Cuevas como conductor, mientras que Juan Cruz Esquivel, Martín Pino y Ulises Vera eran los encargados de provocar los efectos agresivos de la mezcla. Eran los responsables de la búsqueda del gol y de generar conexiones para desarmar a las “moléculas verdes”.

Y, en un principio, parecía que esa tarea la cumplirían con creces. La defensa de San Miguel era endeble, inconsistente, poco firme. La ventaja parecía una cuestión de minutos. Pero la velocidad y la intensidad se diluyeron con el paso de los minutos. Como si el efecto de los elementos rojiblancos se hubiera apaciguado y esa efervescencia se terminara de disipar con poco. Un fenómeno repetitivo a lo largo de toda la primera rueda de la Primera Nacional.

Martos estaba atento. En la previa, había tomado todos los recaudos posibles: utilizó guantes para no contaminar el experimento y analizó cada uno de los elementos que iba a poner dentro del campo de juego.

Sin embargo, se olvidó de un detalle importante: no lavó el tubo de ensayo. Y esos errores, en definitiva, arruinan todo el experimento: un centro de Emanuel Dening hacia la medialuna, un cabezazo fallido de Iván Antunes y un remate certero de Facundo Cardozo bastaron para tirar por la borda todo el trabajo de San Martín. Un error ingenuo en la marca fue letal para la investigación. Y, para colmo, las diferentes modificaciones que realizó dentro del efecto tampoco reencauzaron el proyecto.

Es cierto: la ciencia se construye con pruebas y errores. No hay experimento que haya sido perfecto a la primera o que haya sido un éxito por completo. Pero San Martín muestra avances y retrocesos de manera constante. Una fecha parece estar cerca del cometido, con asociaciones rápidas y pruebas de carácter; y otras, como anoche, parece faltarle esa viveza para redondear las actuaciones. Todo deja en claro que sigue siendo un equipo con mucho potencial, pero que todavía no termina de explotar.

La investigación, ahora, tendrá una semana de reposo. ¿Qué otros elementos añadirá Martos a la ecuación? ¿Qué puntos deberá trabajar para evitar estos descuidos? ¿Podrá lograr, por fin, consistencia en su laboratorio?

Las dudas son muchas, pero deberá resolverlas cuanto antes si quiere dejar su huella y convertirse él en el científico que esta institución necesita.

Fuente: LA GACETA

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