
No fue solo el Messipalloza lo que se vivió el 4 de septiembre del 2025 en el Monumental: también fue el Messipaliza.
Y no se trata nada más que de un juego de palabras. En el comienzo de la despedida del mejor de los mejores, Argentina se sumó con gusto al festival al que esta vez acudió como coprotagonista. Lo hizo, en efecto, con esos raptos de fútbol que llevan su copyright. Con ese fútbol que en estas Eliminatorias le fue suficiente para desfilar como holgada puntera.
Tuvo que superar el impacto que le supuso el contexto, eso sí. Si a Messi le costó casi un tiempo salir de su estado de conmoción, el equipo no podía ser menos. Porque Messi es Argentina. y Argentina es Messi.
Esa simbiosis hizo que lo que sentía el 10 lo sintieran todos. Y costó despojarse de la coyuntura, alguno como Mastantuono pudo hacerlo de a ratitos como en esa conexión con Tiago que Julián raramente no pudo facturar e imperaba una sensación de trsite alegría, hasta que de pronto Paredes rompió con tanta emotividad. Pasó por arriba a Savarino con su anticipo de otro partido, inventó un genial pase de cachetada casi con desprecio para Julián y la Araña enganchó para darle la bienvenida al GOAT al primero de los tantos homenajes en cancha que le esperan.
Ese pase de la figura de Boca desordenó el orden del partido que podía esperarse contra una Venezuela que miraba al empate como los chiquilines de la Centenario a Messi. Argentina monopolizó la pelota incluso más de lo que suele hacerlo porque Bocha Batista eligió cedérsela ocho de cada diez minutos con la ilusa fantasía de encontrar ese contraataque salvador que nunca llegó. Pero una vez que el campeón del mundo se pudo sacar el contexto de encima, la Vinotinto se cayó estrepitosamente de la cornisa del Repechaje desde la que observó el partido .
A partir de entonces, Argentina fue impiadosa. Empezó a parecerse un poco más a sí misma. Y dominó a su antojo a un débil rival que se encandiló en la búsqueda de ese punto que, para sí, tenía más valor que el petróleo. Ahí fue cuando el 10 encontró a Almada con un pase filtrado. O cuando él mismo se perdió un mano a mano ante otra asistencia de Julián. O cuando lo dejó solo y en carrera a Nico González para que otra vez se luciera Romo. Para entonces, De Paul y especialmente Paredes ya tenían más espacios para el toqueteo, Mastantuono ya había corroborado que a sus 18 naturaliza también ser titular en el campeón del mundo y la Selección, que un oponente sin Rondón y con dos rapiditos mirando al Dibu desde Caracas (Savarino y Soteldo) no había peligro de gol.
En contra, porque a favor estaban al caer. Y se sucedieron en esas triangulaciones que la hicieron un equipo de época (Messi-Nico González-Lautaro y De Paul-Almada-Messi) para decorar un 3 a 0 que tenía mucho más que ver con esos noventa minutos diferentes para todos los presentes. Un partido que Scaloni aprovechó para ensayar ese pequeño retoque en el esquema. Una historia que, aunque conlleva algo de nostalgia, no podía dejar de tener un final feliz.
El Messipalloza. La Messipaliza.
Fuente: OLÉ / TYC SPOPRTS